Tendemos a pensar que los adultos enseñamos a los niños, y los niños aprenden de los adultos. Es una relación completamente unilateral e irreversible.
¿Seguro?
No lo creo. De hecho, hoy he visto un vídeo publicado en un periódico digital que me ha hecho pensar en cuánto tenemos que aprender de los niños, puesto que estoy segura de que si ponemos la sensibilidad, la paciencia y la atención necesarias con los más pequeños, podemos apostar cantidades ingentes de dinero a que nos enseñarán, o como mínimo nos recordarán, muchas cosas a nosotros como adultos. Es una apuesta totalmente segura.
Y aquí va mi aprendizaje de hoy:
Ya sabes, no los subestimes…
Si nunca has aprendido nada de ningún niño, ya sea tu alumno, tu hijo, tu sobrino, tu primo o tu vecino, es que no le has dado la suficiente importancia. Prueba a dedicarle tiempo, y como decía anteriormente, un poquito de sensibilidad y paciencia terminarán de cocinar esa transmisión de conocimiento.
¿Y tú? ¿Qué fue lo último que aprendiste de un niño? ;)