¿Os imagináis un mundo con niños que no juegan? Imposible. El juego es algo totalmente innato en los niños, no hay niño que no juegue, y si lo hay… ¡alarma!
El juego es, de hecho, un derecho del niño. Y no lo digo yo sino la mismísima Convención sobre los derechos del niño aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989, que en su artículo 31 versa: «Los Estados Parte reconocen el derecho del niño al descanso y al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes«. Y esto no es baladí, puesto que, como primera ley internacional sobre los derechos de los niños y niñas, es de carácter obligatorio para los estados firmantes. Tras esto podemos inferir la importancia que tiene el juego en la infancia.
Hoy hablaremos en concreto del juego simbólico. El juego simbólico es el tipo de juego que está en su apogeo desde los 2 a los 6-7 años (aunque dura bastante más tiempo), y en el que los niños evocan situaciones, objetos y personajes que no están presentes en ese momento.
Sólo con la definición podemos comprender que se trate de todo un hito en el desarrollo cognitivo: el hecho de que pueda evocar este tipo de cosas que no están presentes nos indica que los niños están adquiriendo la capacidad de utilizar representaciones mentales, pueden recordar las cosas ausentes y pensar sobre ellas. ¡No creas que esto es fácil!
El motivo de la entrada no es sólo presentaros este tipo de juego y que, si hasta ahora no lo conocíais, podáis observarlo y reconocerlo, sino hacer hincapié en la importancia que tiene, los beneficios que aporta y la necesidad de potenciarlo que tenemos que cubrir tanto desde casa como desde la escuela.
Gracias al juego simbólico, los niños:
- Comprenden, asimilan e interpretan el entorno que les rodea.
- Aprenden y practican conocimientos sobre los roles establecidos en la sociedad adulta. Podemos verlo como un espacio de ensayo para los aprendizajes de la vida, así que es un momento genial para empezar a romper los dichosos estereotipos de género.
- Disminuyen progresivamente su propio alto nivel de egocentrismo (propio de la edad), puesto que deben ponerse en la piel de otra persona.
- Expresan sus sentimientos, por lo que para los adultos es una buena oportunidad para conocerlos.
- Pueden romper con las normas, y esto no es sólo positivo para el equilibrio mental sino que además nos informa de que distinguen entre realidad e imaginación.
- Desarrollan su creatividad y su imaginación. ¡Importantísimo!
- Ponen a prueba su propia iniciativa
- Desarrollan el lenguaje. Es muy gracioso comprobar que verbalizan absolutamente todo, tanto si están solos como si están acompañados.
Estoy aprendiendo, no perdiendo el tiempo
Por todo ello y mucho más (ya sabéis que soy de la opinión de que no hay que poner límites al aprendizaje de los niños), tanto las familias desde casa como los maestros desde la escuela deberían potenciar al máximo el juego simbólico. ¡Y jugar con ellos! No hay mejor manera de animarles a aprender que convertirse en uno de ellos durante un rato. Y te lo pasarás genial.
Por último, es de destacar que los niños suelen ayudarse de elementos externos para realizar el juego simbólico, y aquí también podemos ayudarles. No hace falta proporcionarles el juguete más grande y caro del Toys’R’Us (ni mucho menos la tablet más chupiguay del momento), sino simplemente elementos cotidianos. Además ni siquiera tienen por qué ser reales o fabricados para la ocasión, sino que ellos mismos pueden producirlos de manera creativa como parte del propio juego. Dale a un niño una simple caja de cartón, y te representará el mundo entero.
En la próxima entrada daré algunas ideas al respecto. Pero, por el momento… ¡A JUGAAAAAAAAR! :)
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