Y terminamos el ciclo sobre «El cerebro del niño. 12 estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo» de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson, con la quinta y última entrega.
Para empezar, recordaremos que en la primera entrega hablamos de la integración horizontal y las dos primeras estrategias para logar ese tipo de integración. En la segunda entrega pasamos a la integración vertical, con las siguientes 3 estrategias. En la tercera entrega nos pusimos con la integración entre las memorias implícita y explícita, para la que hablamos de 2 nuevas estrategias. En la cuarta entrega se trató la primera parte de lo que los autores llaman «visión de la mente», que constituye la «clarividencia», y para la cual se recomiendan las estrategias 8, 9 y 10. Y finalmente hoy hablaremos de la segunda parte de esa visión de la mente constituida por la empatía, trabajando las dos últimas estrategias.
Como recordaremos, los autores hablan finalmente sobre lo que llaman «visión de la mente», es decir, la comprensión de la mente. Pero también hablamos de que esta visión de la mente tiene dos vertientes: la comprensión de nuestra propia mente, o clarividencia, y la comprensión de la mente del otro, o empatía. Hoy abordaremos la vertiente que nos queda, es decir, la segunda.
Lo primero que tenemos que comprender en esta tarea de ayudar a los niños a que comprendan la mente de los demás, es que los peques necesitan ayuda para entender qué significa formar parte de un grupo, de un «nosotros», para estar integrados con los demás. Este tipo de integración (como sabéis, palabra estrella de este libro) se llama integración interpersonal.
Además, se nos explica cómo actúa nuestro cerebro para generar esa empatía que buscamos. Resulta que hay un tipo de neuronas llamadas neuronas espejo que son la raíz de la empatía en el cerebro humano. Estas neuronas permiten que veamos una acción, podamos entender su propósito, y nos preparemos para imitarla. Así que, aunque no realicemos dicha acción, ya entendemos sus causas y hemos experimentado en nuestro cerebro cómo pueden generarse. Y, claro está, ocurre lo mismo con los estados emocionales. ¿Quién no ha aguantado el tipo en una situación triste hasta que ha visto a otra persona llorar? Ahí hemos pillado a vuestras neuronas espejo en acción ;)
¿Puedes ver la imagen sin que te entren ganas de bostezar? ¡Pues eso ocurre por el mismo mecanismo!
Por otra parte, en el capítulo también se comenta algo tan interesante y trascendente como el hecho de que los tipos de relación que se experimenten durante la infancia, determinarán la manera de relacionarse con los demás en la madurez. Esto es así porque estas relaciones crean las ideas de cómo pueden encajar en el mundo que les rodea, además de que es un momento genial para comprobar cómo funcionan las relaciones y cómo les harán sentirse. Por tanto, es muy evidente la importancia del modelo. Y no olvidemos que el modelo somos nosotros mismos, así que ofrezcámosles modelos de buenas relaciones, esas que nos gustarían que ellos también establecieran en el futuro.
Pero además, debemos procurar que permanezcan en un estado abierto y receptivo hacia los demás, en contraposición a un estado cerrado y reactivo, y por supuesto, ya dije que me gustaban mucho estos detalles del libro, explicárselos abiertamente para que los puedan distinguir. La razón fundamental es que el estado abierto y receptivo activa ciertos circuitos del cerebro superior que nos conectan a los demás, haciendo que nos sentamos seguros y visibles; y, por el contrario, el estado cerrado y reactivo, es un estado de lucha – huida – inmovilidad que no nos beneficia en absoluto.
Para conseguir todo lo anterior, como es habitual, disponemos de unas estrategias propuestas por los autores del libro y que paso a describir:
- Estrategia número 11: «Aumenta el factor diversión«. Esta estrategia te invita, simplemente, a que disfrutemos de la compañía de los demás. La razón es sencilla y neurológica. La dopamina es un neurotransmisor, es decir, una sustancia química que segregan nuestras neuronas, que se segrega como recompensa. Si jugamos y nos divertimos, el cerebro, como recompensa nos dará un chute de dopamina que hará que queramos que la experiencia se repita. De hecho, la mejor forma de predecir que un par de hermanos tendrán una buena relación en el futuro, es analizando el grado de diversión conjunta que han tenido durante la infancia, ¡incluso sin importar el nivel de conflicto! Suena poderoso…
El niño es que es de risa fácil…
- Estrategia número 12: «Conecta a través del conflicto«. Esta estrategia nos pide que enseñemos a discutir pensando en un «nosotros», porque gracias a los conflictos tenemos la oportunidad de enseñar a reconocer otros puntos de vista, la comunicación no verbal, y a hacer las paces, esto último interpretado como actos de arrepentimiento que demuestran que tienen en cuenta nuestros sentimiento y quieren reparar la relación, ya sea hacerte un dibujo, reparar alguna situación que se ha estropeado, y un largo etcétera que no incluye el perdón forzoso.
Y hasta aquí el ciclo de 5 entradas sobre «El cerebro del niño». La verdad es que me ha gustado darle un repaso al libro, por su utilidad y porque me gusta el hecho de que la educación esté unida a la ciencia, dos de mis grandes pasiones. Como siempre, espero que os haya resultado útil, no estaría de más tratar de aplicar las estrategias poco a poco. Y si además dentro de un tiempo me comentáis el resultado (ya sea positivo o negativo), ya será la bomba.
Recuerdo que podéis comprar el libro aquí (enlace afiliado, tú pagas lo mismo y yo me llevo una pequeña comisión para poder seguir reseñando libros infantiles), aunque ya no está tan barato como cuando empezamos la primera entrada! Vale la pena, hay muchos ejemplos prácticos que seguro que os vienen como anillo al dedo para entender cómo poner en práctica las estrategias que hemos ido proponiendo.