Ésta es una entrada un poco personal, pero me apetece contar lo que he vivido estos días y lo que he pensado al respecto.
Llevo un poco malita desde la semana pasada. Aunque no es nada grave y no he dejado de ir a trabajar, sí que ha hecho que esté cansada y con pocas ganas de hacer nada, aunque la verdad es que las horas en las que mejor estoy son las de clase. Si mi redacción hoy no es demasiado clara echadle la culpa al virus o lo que sea que tengo xD
El juves tuve clase con mi grupo de preadolescentes. Tienen entre 9 y 12 años y la verdad es que, aunque no sean el grupo de edad para el que me siento más capacitada, en general me gusta mucho trabajar con ellas (da la casualidad de que son todas chicas) y nos lo pasamos bien. Pero ese día no estaba teniendo un buen día. No me encontraba muy bien, y me costaba mucho que me dejasen hablar dos frases seguidas. Lo segundo suele ocurrir a menudo, pues varias de ellas son muy habladoras, a veces se aprovechan de mi manga ancha y de vez en cuando tengo que ponerme seria para pararles los pies, porque si no nos pasaríamos las horas sin hacer absolutamente nada. Además, después de una temporada de «me encanta esta clase» o «¿Ya se ha pasado el tiempo? Me quedaría un rato más», han pasado a protestar por cada cosa que hacemos o dejamos de hacer, casi de manera sistemática y sin haber cambiado la forma de las clases ni nada parecido, hasta el punto de quejarse por no querer hacer cierta actividad un día, pero también por no hacerla en la siguiente sesión. Así que les dije que me parecía fatal que no me dejaran hablar en clase y también que a pesar de mis esfuerzos últimamente no colaboraran para que la clase tuviera un buen ambiente de trabajo.
Noté que a una de mis alumnas no le sentó nada bien lo que había dicho, y de hecho al final de la clase se puso a llorar sin querer decirme la razón. Yo pensaba que no tenía nada por lo que sentirse mal, porque no les había dicho nada del otro mundo, pero aun así le dije que el próximo día, si quería, podíamos hablarlo cuando no estuviera tan enfadada, porque si le había molestado algo que había dicho o hecho yo, quería saberlo para intentar arreglarlo y, si era posible, que no volviera a pasar.
Durante el fin de semana estuve dándole vueltas al asunto. Mi alumna me había dicho finalmente que no tenía nada que ver conmigo, pero me daba la sensación de que me lo había dicho un poco para que la dejara tranquila, de manera que no le daba demasiado crédito en ese momento. Aunque, sinceramente, imaginaba que sus incipientes hormonas de casi adolescente le habían hecho reaccionar de manera exagerada, esa reacción vendría de algún sitio, y me sabía muy mal la posibilidad de ser la causa. La verdad es que me fue difícil repasar mentalmente la clase en mi cabeza, precisamente porque no me había encontrado bien durante la misma, pero sí recordaba haber sido un poco borde ante algunos comentarios, y normalmente me gusta picarlas un poco en tono amistoso, pero me dio la sensación de que ese día no había dado con el tono, la forma… Además, a esas edades a las que empiezan a pesar mucho las hormonas, probablemente sean más susceptibles a pequeños detalles, e intuía que esos detalles habían chirriado un poco esa tarde, así que decidí que en la siguiente sesión, además de invitar a una de ellas a contarme lo que había ocurrido en la sesión anteiror, les contaría lo que había pensado y les pediría disculpas por si les había molestado con mis palabras o mis formas.
Y efectivamente, eso hice ayer mismo. Antes de empezar la clase, les expliqué que no me encontraba muy bien estos últimos días, y que creía que en la clase anterior me había equivocado eligiendo el tono y probablemente las palabras, por lo que les pedí perdón de todo corazón, a la vez, eso sí, que les pedía colaboración para solucionar los pequeños problemas que me llevaron a reaccionar de manera equivocada.
Me dijeron que no me preocupara, porque no les había sentado mal nada de lo que dije o hice (y al final de la clase la que acabó llorando me dijo que venía ya enafadada del cole), pero también que era la primera vez que un profesor les pedia disculpas.
Por un momento me he sentido un poco una mezcla entre pringada y tonta con esa afirmación. Pero luego he pensado que es muy difícil que ninguno de sus profesores, con unos añitos ya su espalda de educación formal, haya cometido nunca ningún error en alguna de sus clases, que todos sean perfectos y todas las decisiones que han tomado hayan sido siempre las justas y necesarias. Es un poquito arrogante pensar así de uno mismo, ¿no? Diría que la mayoría de ellos han cometido errores, sólo que, o no han sido siquiera conscientes, lo cual no es muy positivo y probablemente tenga que ver con algo llamado falta de autocrítica; o no han sido capaces de reconocerlos delante de sus alumnos y de pedirles disculpas por ellos.
¿Tan malo y difícil es pedir perdón? Es cierto que te puedes sentir muy expuesto, pero probablemente sea lo más justo en algunas situaciones. ¿Cuántas veces hemos sugerido, cuando no obligado a los niños a pedir perdón a alguien con quien no se había portado del todo bien? ¿Qué diferencia hay cuando el que tiene algo por lo que pedir disculpas es el adulto o el docente? ¿No estaremos predicando con el ejemplo?
Lo único que se me ocurre es que a menudo no consideramos que los niños tengan los mismos sentimientos que los adultos, así como tampoco los mismos derechos. Si en alguna ocasión tú crees que te has merecido una explicación, ¿por qué no tus alumnos o hijos?
Me he sentido desbordada y le he hablado a mi hija con un tono que no ha sido el más adecuado, y le he pedido perdón también. Son momentos que uno reacciona de cierta manera, y luego al reflexionar nos sentimos culpables :/ Que importante es pedir perdón!
Me ha encantado tu entrada de hoy. Lógica aplastante. Yo no soy seño, pero intento educar a mis hijas en ese respeto y por supuesto ante todo predicar con el ejemplo. Me quedaría sin argumentos cuando les dijo que hay que pedir perdón si ellas no lo ven antes en mi forma de actuar. Los padres/madres y sus profes son sus primeros referentes de la sociedad que les espera, así que sólo pueden aprender los valores que observan, no los que les dicen que hay que hacer sin reflejo en el día a día. Gracias por tu labor. Espero que te recuperes pronto.
Y estoy convencida de que nos pasa más a menudo de lo que nosotros mismos pensamos. Si lo detectamos, qué menos que tener la consideración con los demás que explicar por qué hemos actuado de esa manera, ¿verdad? Un abrazo, @andreamederos!
Muchísimas gracias a ti por tus preciosas palabras, @Teresa Pino! De verdad que me emocionan. Un abrazo!
Tienes toda la razón, y debemos actuar como esperamos que otros también lo hagan!!
La verdad es que nosotras dos lo hacemos mucho. Yo meto mucho la pata, soy despistada, impulsiva y visceral y si eso fuera poco me educaron con las opiniones que se tenian en los 70/80 de los niños:
«son pequeñas bestias que domesticar» asi que a veces el imperativo de soy adulta y tu no y el «aquí mando yo» me vencen y mis palabras no son las adecuadas.
Eso es algo que me da rabia, creo que si yo soy la adulta debería contenerme y razonar lo que digo.
No recuerdo que mis padres pidieran perdón ni dieran las gracias a sus hijos y eso a mi me dolió y me duele aún. No quiero que Emma sufra eso, ni que tenga de sus papis la imagen que tengo yo de los mios.
Si quiero ser mejor mamá disculparme de corazón y respetarla de verdad, no de boquilla, es lo único que tengo que hacer.
Emma lo sabe, muchas veces la explico el porqué de mi absurda reacción y ella sabe que me viene bien que me recuerde algunas cosas como comprar el pan (caso que creo que ya comenté) eso no solo la enseña que todos somos iguales, si no que todos somos personas y tenemos sentimientos y emociones, que es normal que salgan y que las cosas se arreglan hablándolo con sinceridad.
Me ha gustado tu artículo, y no, no te sientas nunca mal por tratarlas como si fueran personas, porque lo son.
Me ha encantado tu comentario, @gapy!!! Es justo eso, si somos los adultos debemos hacer un ejercicio de reflexión, y además que nos vean pidiendo perdón en lugar de ocultar nuestros errores o simplemente no considerarlos como tales, creo que también envía un mensaje de considerar el error como una parte más de la vida y del aprendizaje. ¡Todos ganamos! Un abrazo :)