Queridísimo alumno,
Después de 3 cursos, éste será nuestro último trimestre juntos. Y además va a ser un trimestre cortito, por eso no quería dejar pasar la ocasión de dedicarte estas palabras hoy. Después del verano pasarás a primaria y ya no serás mi alumno, y no puedes imaginarte cuánto me apena esta circunstancia.
Te conocí con 3 años. En realidad todavía no los habías cumplido, y tú siempre has sido muy poco maduro. El comienzo del cole no tiene en cuenta la madurez psicológica nsino el año cronológico, y a ti te pilló todavía reafirmándote como persona, reivindicando tu individualidad, así que aquel septiembre me encontré con una versión de ti mismo en plena crisis de los 2 años, una crisis que duró mucho más de lo esperado, con numerosas rabietas dominando tu voluntad en cada sesión, y entre compañeros que habían superado esa etapa largo tiempo atrás y te comprendían todavía menos que los adultos.
No fuiste un alumno fácil. Te enfadabas por casi cualquier cosa que no se hacía como tú esperabas (es decir, por casi todo), pataleabas ante cualquier intento de aproximación, y no tenías ningún interés no sólo por aprender inglés (que, de todas formas, era lo que menos importaba en aquel momento) sino siquiera por acercarte al grupo de compañeros, aquellos a quien probablemente percibías tan poco como a iguales como a mí misma.
Te hacías pipí encima casi a diario, y por lo general cuando yo llegaba ya había alguien cambiándote, como si necesitaras ponerte un pantalón limpio acabadito de desdoblar para empezar cada clase de inglés. La verdad es que no me gustaba nada cómo te trataban cuando te cambiaban, pues te culpaban de un hecho del que simplemente todavía no tenías el control, y te decían que no podías seguir portándote como un bebé mientras te trataban como si realmente lo fueras, enviándote por tanto lo que estoy segura que interpretarías como mensajes contradictorios. Y esa fue una de las pequeñas pistas para empezar a hacer un poco de autoobservación y autocrítica, pues yo te estaba tratando de una manera no demasiado diferente en clase (salvando las distancias), y me di cuenta de que no era aquello lo que necesitabas.
Empecé a concederte mucho espacio. Empezabas dándole vueltas a la clase como si la exploraras sin conocerla (a pesar de ser la de tu tutoría) mientras los demás trabajábamos, pero en poco tiempo empezabas a observarnos a una distancia prudencial y finalmente te nos acercabas sigilosamente, probablemente para poder sentirte uno más. No me había dado por vencida contigo ni nada parecido, te observaba muchísimo sin que te dieras cuenta, y poco a poco empecé a entender cuál era la única forma de reaccionar ante una de tus constantes rabietas, pues descubrí que la técnica de conectar y redirigir tenía un índice de lo que yo consideraba éxito muy alto. Entendí que en el momento de empezar a llorar sin ninguna razón aparente, y más todavía si te tirabas al suelo a gritar y patalear (lo cual ocurría muy a menudo), dejabas de ser dueño de tu voluntad, y tu razón se veía invadida por un sentimiento de desconsuelo que te impedía pensar, no digamos ya con claridad. Que no ibas por tanto a atender a razones por muy lógicas y claras que nos parecieran a los demás. En fin, que sólo necesitabas que te acompañara en tu desconsuelo, que lo entendiera como tal y no le quitara la importancia que para ti tenía, que te diera todo el cariño y el amor que tuviera en ese momento, y sólo al sentirte arropado y querido empezabas a reconectar con el mundo y a atender mínimamente a razones. Sin reproches, malas caras…
Yo fui tratándote como a uno más de la clase, como el niño mayor que todo el mundo esperaba que fueras, aunque intentando a la vez tener en cuenta tus propias necesidades por el hecho de ser mucho más inmaduro que el resto de tus compañeros, por sentirte muy diferente a todos ellos. Y por fin empezaste a interesarte realmente por la clase de inglés. Ahora llorabas cuando me veías en el patio y no te podías venir conmigo a clase. Empecé a verte sonreír al conectar con el resto de compañeros, empezaste a tener curiosidad y a preguntar cómo se decían en inglés todas las cosas que te venían a la cabeza, muchas veces simplemente por tener mi atención sólo durante unos segundos más, y yo los alargaba con una conversación sobre cualquier tontería, pues el tema era lo de menos. A mí me encantaba comprobar cómo ibas madurando muy poquito a poco, disfrutando de un proceso que a otros profes les parecía demasiado lento. Esta impaciencia te transmitió unas inseguridades enormes que, tristemente, no te serán fáciles de superar. Ojalá pudiera ayudarte y acompañarte en ese camino.
Y poco a poco fue surgiendo una relación muy especial entre nosotros. A partir de julio no sólo perderé un alumno, sobre todo voy a ganar un amigo. Y además un amigo sincero, de esos que se interesan realmente por ti, de los que te dan abrazos reparadores y desde el corazón, a quien me ha costado mucho llegar pero que también me ha dado muchísimas más alegrías que pesares. Qué gozo ver ahora las ganas que tienes de mostrarme que entiendes muchas de las cosas que te digo en inglés.
Sé que me quieres mucho, pero no tanto como yo a ti. Me has hecho aprender mucho más que cualquiera de tus compañeros, y a la vez te siento como mi mayor éxito, pues me consta que con otros profes estás más cerca del caótico punto de partida. Yo he intentado ser algo más que tu teacher y tú has sido un alumno-maestro para mí. Y te prometo que todo el cariño que he tratado de transmitirte ha sido muy sincero.
Así que quiero darte las gracias de todo corazón por ponérmelo difícil, y desearte toda la suerte del mundo, porque te la mereces toda. Ojalá tus profes de primaria sean capaces de ver más allá de tus dificultades, no te culpen por cosas que no puedes controlar y te den el tiempo, el cariño y la seguridad que necesitas para seguir adelante. Y un par de consejos: no escuches las voces que te etiqueten, por muchas y constantes que sean, y no dejes que nadie te diga lo que puedes y lo que no puedes hacer. Inténtalo y averígualo tú.
Seguramente dentro de unos años no te acordarás de mí, pero no importa porque yo te recordaré siempre por los dos. Cuánto has crecido, amigo…
Te quiere,
Seño Punk
Oh, una historia muy bonita pero que me apena también. Qué suerte que te encontró y pudiste darle alas y tu cariño!! Pero qué tremenda desgracia seguir rodeado de personas que no lo comprenden :-(. ¿Qué será de ese niño?
Ay, @Irabela, yo intento ser positiva, puede que el curso que viene tenga un profe que sea paciente, le entienda y le de lo que necesita. Quiero pensarlo así, y de esa forma su paso a primaria será lo mejor que le pueda pasar. Un beso!
Fantastic web-site you’ve here. http://www.scoop.it/t/graphic-design-122/p/4051753451/2015/09/17/iphone-insurance-gadget-insurance-company
Thank you so much :)
Que complejo y gratificante a la vez es el oficio de una/un seño de jardín. Leo tu carta y no puedo dejar de pensar un poco en mi hijo, que ya tiene 3 años, y que va al jardín a otro ritmo diferente que sus compañeritos, hablo más de intensidad horaria, pero por lo que he hablado con sus seños, que son un amor, todo va bien. Sin embargo no puedo dejar de pensar que desde mi crianza y mi estar con él me he dado cuenta que siempre ha ido a destiempo con lo que dicen los libros o los rumores de padres, a destiempo lento en ocasiones y más acelerado en otras!! En fin, ese destiempo o esa diferencia del patrón a mi me encanta, pero sé que en un plano social y educativo puede llegar a ser problemático en algún momento de su vida. Espero que en el camino encuentre seños como tu. Que acompañan, observan y dan amor! Encantada de llegar a este blog, de paso te digo :)
Oh, @galopeblog, no puedo más que agradecerte tus palabras. Como se suele decir, lo importante es llegar al objetivo que se desea, qué más da si llegamos poco antes o poco después, ¿verdad? De hecho, si se llega después pero se ha disfrutado del camino y se consolida mejor, pues casi que hasta mejor! Un abrazo.