Hoy en día se trabaja la educación emocional en la mayoría de los centros de Educación Infantil. Vemos monstruos de colores y caritas tristes y sonrientes por todas partes. ¿Cómo te sientes hoy? ¿Cuándo sientes tal emoción? 5 minutos en la asamblea, un rinconcito con caritas, algún libro sobre sentimientos y listo, ¡máster en educación emocional para todos!
Pues siento desilusionarles pero eso NO ES EDUCACIÓN EMOCIONAL. Al menos no una educación emocional completa. ¿Es importante? Puede. ¿Es suficiente? Ni mucho menos.
La educación emocional no es una asignatura a la que se tenga que dedicar un tiempo concreto a la semana o al mes. Es más, el grueso de la educación emocional no se planifica. Se vive.
La educación emocional es dejar lo que estáis haciendo en un momento determinado, por mucha prisa que te corra, para acompañar un conflicto o a un niño que está sintiendo una emoción.
¿Para qué? ¿Para que el niño se sienta bien? Error. El niño se tiene que sentir mal y se lo tenemos que permitir, porque tiene una razón para sentirse así, por mucho que a nosotros como adultos nos parezca estúpida o nos incomode. Si hablas mucho sobre emociones en clase y podéis identificarlas todas y cada una de ellas pero luego le dices a ese niño que no se preocupe porque eso es una tontería, o que tiene que regular su enfado porque molesta a los demás, sintiéndolo mucho, en este caso la educación emocional está por los suelos.
Las emociones hay que experimentarlas. La educación emocional no va de regular emociones, no señor. Es un pensamiento muy extendido que nos lleva a decirle a nuestra alumna que esa rabia que siente es mejor que la exprese de la manera que nos interesa a nosotros y con la intensidad al mínimo, porque molesta menos. Pero eso es lo mejor para ti, no para ella. Reprimir emociones es lo que hemos hecho toda la vida, y luego tiene consecuencias muy negativas.
Como bien dice en su blog la Escuela Libre Octopus, «Es bueno sentir tristeza si alguien muere, de lo contrario seríamos psicópatas. Es bueno sentir enfado si no nos tratan como merecemos, si no seríamos maltratadxs. Es bueno sentir asco si olemos algo en mal estado, si no moriríamos por intoxicación. Es bueno sentir miedo, si no pondríamos el coche a 300 km/h y nos mataríamos…«.
Debemos conocernos bien, pero para ello necesitamos tener la oportunidad de observarnos. Debemos hablar de lo que ha pasado y lo que hemos sentido en ese momento difícil, pero siempre después de que pase, pues en el momento lo que necesitan es simplemente saber que estamos ahí, que no están solos y que queremos acompañarles. Tienen que saber que esa emoción no es permanente, que va a pasar pero que no por ello es menos importante. De la misma manera que, como ya insistí en la comparativa de libros sobre emociones, estas no son positivas ni negativas, si acaso agradables o desagradables (y en función del contexto), pero como hemos visto, todas tienen una función y por tanto son importantes.
Incluso aunque algunas no tengan muy buena fama…
La educación emocional no sólo consiste en ser capaz de decir «Me siento triste porque mi periquito ha muerto«. Lo más difícil es dejar que ese niño o niña exprese esa tristeza de la manera que NECESITE, siempre que no haga daño a nada ni a nadie, sin decir cosas como «no llores que te pondrás fea«. Prueba a decirle cosas que hagan que se sienta comprendida, es decir, valida sus emociones sin censura. Muéstrale que no es malo experimentar esa emoción y que entiendes cómo se siente, si es que es así. No sólo hay que ponerle nombre (al menos eso parece que empieza a hacerse bastante bien), también hay que comprenderlo, mostrar empatía, quizá mostrar opciones si ha elegido una manera peligrosa de reaccionar, pero nunca elegir nosotros por ellos. ¿Por qué no puedo gritar? Quizá el aula no es el mejor sitio, pero ¿por qué no en el patio?
La inteligencia emocional no se enseña, se transmite cuando tú mismo la posees. Si un niño agrede a alguien verbal o físicamente durante un episodio en el que está sintiendo emociones fuertes, no podemos decir «¡Esto no se puede permitir!«, ni nada parecido. Incluso aunque sea al adulto. No es que debamos permitir que ocurra, sino que hay que mantener la calma, entender el contexto en el que ocurre, y tratar de evitar daños físicos (a todos, también a sí mismo) así como sentirse atacado de manera personal, porque a partir de ahí podemos ayudar. Es algo muy muy difícil, porque nosotros también tenemos nuestras emociones y a veces nos impiden reaccionar de manera racional, pero hay que intentarlo, y también tener claro si nuestra actuación ha sido o no adecuada, sin excusas, porque sólo así podemos mejorarla.
Todo esto sería mucho más fácil si hubiera un cuento con el que trabajarlo todo, ya sea a la vez o por capítulos. Pero eso no existe ni va a existir. Como tampoco una ficha o conjunto de ellas que podamos poner en un cuaderno. Ni un rincón precioso en el aula, aunque seguro que un rincón de la calma o de tiempo fuera positivo puede ayudar. Ojalá fuera tan fácil, pero no lo es.
«Fichas de educación emocional» por un tubo.
Esto quiere decir que puedes desconfiar abiertamente de proyectos editoriales que prometen trabajar la inteligencia emocional o de centros y maestros que te enseñan un libro y unas flashcards de emociones como prueba de lo innovadores que son. Pues el movimiento, como se suele decir, se demuestra simplemente andando.
Sin duda alguna tienes mucha razón al exponer un tema tan complejo como lo es el de la educación emocional en los niños, y algo en lo que estoy de acuerdo contigo, es en que tenemos un concepto bastante erróneo sobre lo que es o como debe transmitirse.
Personalmente, tampoco me gusta cuando se insta a los niños a «controlar» sus emociones negativas, pensando que eso les va a hacer bien. Yo creo que todos tenemos derecho a gritar, llorar o hacer una rabieta cuando las cosas no van como esperamos, y si más niños fueran libres en ese sentido, no tendríamos tantos adultos con problemas en el futuro. Desafortunadamente, todavía vivimos con muchas enseñanzas limitantes que nos fueron inculcadas desde generaciones anteriores. Me ha tocado verlo en amigas o parientes que son madres primerizas y vaya, entran en pánico al ver un berrinche. Quizá por eso les resulta más fácil acudir a «soluciones modernas».
La verdad es que los cuentos o libros infantiles sí me parecen buenas propuestas para enseñar a los niños a canalizar y expresar sus emociones, el punto es que los padres y figuras de autoridad también tienen que involucrarse, pues estos materiales no son una solución si no una herramienta. Me gustan porque manejan un lenguaje, tanto visual como verbal, que es fácil de entender para los pequeños y que cualquier adulto puede aprovechar para criar chicos emocionalmente saludables.
En fin, ya que se menciona el tema, los invitamos a echar un vistazo en nuestra web, por si quieren emplear este recurso. Gracias por el artículo y la oportunidad de compartir opiniones. :)
La educación emocional SE VIVE.
Totalmente de acuerdo contigo. Como adultos nos toca conocernos, alinear lo que expresamos con lo que vivimos por dentro y como con todos los demás temas que queremos transmitir a los niños, ser ejemplo de coherencia. Gracias por tu artículo.
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