Agrupación con edades mixtas

En Alemania la mayoría de Kindergarten agrupan a los peques de manera mixta en cuanto a la edad, separando normalmente lo que en España sería el primer y el segundo ciclo de Educación Infantil.

Mi centro era de los pocos que no lo hacía, pero este curso 2019-2020 se lanzaron a ello, aunque tuviera que ser por razones económicas 😅

La mayoría de docentes tenía experiencia previa y lo cierto es que a la mayoría les gustaba la idea, y la verdad es que yo tenía ganas de probarlo.

Tras un curso (español, porque aquí el curso de los kigas acaba al final de julio, y además en el mío luego hay «grupo de vacaciones» durante todo el mes de agosto…) en el que el grupo en el que yo misma he sido tutora ha acogido a niños y niñas de 3, 4, 5 y 6 años, creo que puede ser interesante que cuente cuáles han sido mis impresiones, especialmente en comparación con un grupo en el que todos cumplen la misma edad a lo largo del curso. Voy a intentar ser lo más sincera y objetiva posible.

He de decir que no siempre ha sido fácil. Los peques estaban acostumbrados a tener compis de su misma edad, ya sea en el kindergarten o en la kita, así que lo cierto es que al principio todos jugaban preferiblemente con peques de su edad, que generalmente se han convertido en sus mejores amigos.

Para las adaptaciones fue muy útil en algunos sentidos, puesto que los que más presencia y ayuda necesitaban eran los más peques, y es evidente que no es lo mismo tener una clase llena de niños de 3 años en periodo de aclimatación, que tener solo parte del grupo en tales circunstancias, pues puedes dedicarles más tiempo y darles una atención más personalizada. Sin embargo, también es verdad que yo sentía que los más mayores estaban un pelín «abandonados».

Poco a poco, tras encontrarse seguros dentro del nuevo contexto gracias a esos primeros contactos con los peques de su misma edad y a la conexión que buscábamos con ellos y ellas, empezaron a salir de esa zona de confort y buscar la compañía de los demás. Cada uno a su ritmo y a su manera. A algunos les interesaban los mayores, cogiéndoles como modelo a seguir, intentando participar en sus juegos y actividades. Otros buscaban a los más pequeños, un poco para buscar de algún modo la regresión a su etapa anterior (cosa que me daba la sensación era muy sana), y otro poco para cuidarles y ayudarles. Y ciertamente con esa parte se me derretía el corazón.

Se ayudaban a vestirse para salir (cosa seria en invierno), a buscar cosas, a jugar a juegos un poquito más difíciles (puzzles, torres…), a desarrollar ideas, a escribir los nombres, a hablar correctamente, a hacer algún tipo de manualidad…

Y a pesar de que siguió habiendo preferencias de edad para jugar juntos (quién sabe si por la situación del inicio), finalmente acabó habiendo mucha colaboración mutua, pues en ocasiones se juntaban varios peques de diversas edades para alcanzar un objetivo común, al principio de manera muy caótica, pero más adelante de manera algo más organizada, de manera que los más peques se dejaban guiar o colaboraban con pequeñas cosas, y los mayores entendían que tenían que hacer la parte más importante o incluso pesada. Y ahí puedes ver empatía, pues entienden cuáles son las limitaciones de cada uno y no suelen pedir mucho más de lo que pueden dar.

De esta manera, a lo largo del curso, con mucho juego libre y pocas actividades dirigidas (lo cierto es que cuando el objetivo no les pertenece, desaparecen esas redes de colaboración y va cada uno más a la suya), los más pequeños han tenido a alguien cercano a quien admirar, observar, imitar… alquien que les impulsaba a querer buscar objetivos más altos. Y los mayores han tenido alguien a quien enseñar, con quien desarrollar la empatía, a quien adaptarse.

También es cierto que a veces ha sido difícil encontrar un equilibrio y ofrecer a los mayores retos a su altura, especialmente mientras los más peques necesitaban mucha atención, pero creo firmemente que todos esos aprendizajes no tan formales que se llevarán habrán valido mucho la pena. Además, esto potencia la oferta de actividades autónomas y el juego libre, que nunca está de más 😜

Pero es que lo que más ganas de escribir sobre el tema me ha dado han sido los primeros días de vuelta a clase tras el confinamiento por la pandemia mundial de coronavirus. En Bayern se ha hecho de manera escalada, de manera que, además de los «Notbetreuungkinder» (los peques que necesitaban «cuidado de emergencia»), los primeros en volver al kiga fueron los más mayores, concretamente los que a partir de septiembre irán a la escuela en lugar de al kindergarten; luego volvieron los medianos, es decir, los que empezarán la escuela en el curso 2021-2022, y finalmente se incorporaron los más peques. ¡Y qué bonito ha sido ver la incorporación de estos últimos!

Desde el minuto 0 los medianos y los mayores se han volcado en ellos: les han enseñado los cambios que ha habido en el aula, les han invitado a jugar con ellos con muchas ganas, se han reido y se han hecho reír mutuamente, y en general han facilitado mucho esta nueva adaptación, haciéndonos casi olvidar los casi 4 meses que han pasado en casa e incluso que sus familias no han podido pasar de la puerta principal del kiga, donde deben dejar a sus peques en nuestras manos como medida de seguridad en estos tiempos extraños.

No quiero acabar sin hablar de algo que las compis de la Escuela Libre Octopus dicen habitualmente y que tiene todo el sentido del mundo para mí (ellas siempre poniendo el dedo en la yaga y la reflexión sobre la mesa), y es que si una de las funciones de la escuela es la socialización, no tiene ningún sentido que solo puedan hacerlo con los niños y niñas de su misma edad, puesto que es algo muy artificial, que no responde a necesidades y que luego en la vida adulta todos coincidimos en que carecería absolutamente de sentido. ¿No crees?

Hace unos días, Miriam de Desde Aquí Arriba nos contaba también con mucho entusiasmo su experiencia con este tipo de agrupación, os dejo el podcast donde nos cuenta detalladamente por qué cree que son la mejor opción tras varios años de experiencia en Noruega.

Y por último tampoco me quiero olvidar de algo que también difiere bastante a lo que he visto en España (quizás solo en mi zona, no lo sé). No he tenido el caso en mi aula pero sí en la de enfrente, en la que los hermanos pequeñitos (de 2-3 años) han empezado ya (por razones de organización interna) la adaptación de sus miembros a los grupos de 3-6 años, en los que se han juntado en varios casos con sus propios hermanos y hermanas. Yo siempre he visto a los mellizos e incluso a los primos de la misma edad en clases separadas, y sin embargo he podido ver como la adaptación de estos niños y niñas ha sido muy fácil y positiva precisamente por contar con la ayuda de sus hermanos mayores en el mismo grupo, que les han cuidado, ayudado y acompañado cuando lo han necesitado, pero también les han dado la confianza suficiente como para relacionarse con los demás.

Una experiencia positiva en todos los sentidos, ojalá todos los peques pudieran experimentarlo, ¡veremos el curso que viene!

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