El fin de semana pasado fue un fin de semana muy especial, tuve un planazo. Acudí al Cuarto Encuentro de Educación Emocional y Literatura Infantil que organizaba Va de cuentos, y pese que en un principio tenía mis dudas, puesto que era a hora y media de casa, fui sola, y además me tenía que saltar el primer día por incompatibilidad horaria, la verdad es que fue todo un acierto. No sólo no me arrepiento sino que espero poder ir a muchas ediciones más.
Además pude «desvirtualizar» a Alba de «Mi álbum infantil», una chica que ya me parecía la caña sólo por lo que publica en su blog, su cuenta de Instagram, y el grupo de la biblioteca de los peques de Facebook, así como por lo que habíamos hablado por privado; y resultó ser una chica absolutamente divertida, espontánea y con la que me pareció congeniar a la perfección. Esto de ser locas de los libros une mucho ^_^
El encuentro se organizaba en una casa rural llamada Finca la Llum en Biar, un lugar perfecto para realizar este tipo de actividad, puesto que cuenta con un gran espacio diáfano donde realizábamos los talleres y se exponian esos tesoros llamados libros infantiles, así como un comedor y una amplia cocina, porque de hecho disfrutamos de comida casera durante todo el fin de semana, praparada al tiempo que realizábamos las actividades.
El encuentro duraba todo el fin de semana, así que la mayoría se quedó a dormir las dos noches en las habitaciones de la propia casa, y fuera había una bonita terraza con piscina, aunque evidentemente hacía mucho frío para hacer uso de la misma, y un buen trozo de terreno con árboles en medio de la montaña. Un lugar de 10.
Como digo, no pude estar presente la primera tarde, pero sé que hicieron un par de talleres de los que escuché hablar muy bien los días siguientes, así que no dudo que serían geniales: «Acompañamiento emocional a través de la literatura infantil», en el que parece que aplicaron una mirada muy crítica a una buena cantidad de libros infantiles desde el punto de vista emocional; y «Cantando nanas», taller que entusiasmó a los presentes. Además, también sé que hubo sesión nocturna de cuentacuentos acompañados de música. Tuvo que ser muy especial.
Yo llegué el sábado por la mañana a puntito para el primer taller del día: «Laboratorio de letras e imágenes. Un viaje a través de los recuerdos». Bea, fundadora de Va de cuentos, nos contó el cuento de «El viajero«, de Daren Simkin, una historia cuyo protagonista mete todo su tiempo en una maleta (con un final impactante a la vez que entrañable).
Apartir de ahí, nos animó a leer los numerosos libros que habían expuestos para el taller y tratar de conectar esas historias con nuestros propios recuerdos.
En cada libro que leímos y nos teletransportó a un momento de nuestro pasado dijamos una nota con un comentario, y metimos cada cuento que formara parte de nuestra vida (el título) en nuestra propia maleta, escritos en papeles con las mismas formas y colores que los años, meses, semanas, días y segundos que el protagonista de El viajero metió en la suya. Después leímos muchos comentarios, que resultaron ser preciosos, y quien quiso compartió su maleta con los demás, un rato con momentos bonitos y sobre todo emocionantes. Qué cantidad de cosas nos puede contar un libro infantil…
Después de este precioso taller, realizamos otro llamado «El mensajero es el mensaje» con Pau Consuegra. Trabajamos un título llamado «Saber cuidarse para poder cuidar« de Fidel Delgado, y estuvimos hablando sobre eso mismo, la importancia de estar bien uno mismo para poder dar lo mejor de nosotros a los demás. La verdad es que fue un bonito rato de introspección que terminó con el colofón de escribir las cosas que considerábamos nos beneficiarían en este sentido y convertirlos en pequeñas pajaritas para poder dejarlo volar.
Ya después de comer, Cintia Solbes dirigió la actividad «Dánzame un cuento», en la que nos movimos de miles de formas distintas para acabar utilizando nuestro cuerpo entero como expresión. Divertidos e incluso vistosos desequilibrios en grupo, imitación de acciones con todo nuestro cuerpo, mucho contacto con los compañeros, incluso con los ojos cerrados, mimo… y muchas cosas más que acabaron en un precioso cuento sobre el ciclo del agua traducido en un agradable masajito en el cuerpo del compañero. Qué energía e ilusión por la danza desprende Cintia, y qué bien nos los pasamos en su taller.
Y tras esta activación total gracias al movimiento contínuo, llegó uno de los momentos estrella del día (y eso que el listón está más que alto): el taller «Volver a jugar», que nos hizo reflexionar sobre la importancia del juego durante la infancia y de la creación de espacios para que los niños puedan jugar en libertad. Y lo hicimos de la mejor manera: jugando nosotros mismos. Nos prepararon rincones de juego simbólico, de construcciones, de creatividad, de instrumentos musicales, de juego estructurado, de disfraces, de elementos naturales, y de juego motor, entre otros, y por un rato, que a todos se nos hizo corto de lo bien que lo pasamos, volvimos a ver el mundo a través de los ojos de un niño.
Nos olvidamos de nuestras preocupaciones de adultos y nos volcamos en el juego casi como una terapia, y tras ello, Raquel Pérez (una mujer muy especial que se ganó un espacio con nombre priopio en mi corazoncito en sólo estos dos días) nos habló también de la Práctica Psicomotriz (sobre la que escribí esta entrada hace tiempo, por si tenéis curiosidad).
Para finalizar un día tan ajetreado y con tantas emociones, disfrutamos de los cuentos que Alberto Celdrán, un cuentacuentos maravilloso a quien no conocía previamente pero a quien sin duda seguiré de ahora en adelante, nos ofreció con una magia especial. Sus historias de origen africano, su expresividad y la manera de mirarte fijamente a los ojos que tiene, me dejaron totalmente enamorada. Lo que daría por poder contar cuentos como él…
He de confesar, eso sí, que en el último cuento yo ya le veía doble del sueño que tenía, aunque eso no fue excusa para no disfrutar de la agradable compañía y conversación de algunos pocos compañeros que nos quedamos divagando hasta altas horas de la madrugada, pese al cansancio y el hecho de que al día siguiente teníamos que levantarnos temprano. Valió la pena, chicos :)
A la mañana siguiente nos esperaban los dos talleres más creativos del encuentro: «Laboratorio de letras e imágenes. Un viaje a un lugar inesperado» y «Expresión plástica de nuestras emociones: una aproximación desde la educación creadora.».
En el primero, taller impartido por Soledad Vázquez (un amor absoluto de persona), analizamos el clásico de Sendak «Donde viven los monstruos« desde el punto de vista de la iconografía de sus geniales ilustraciones, reinterpretando el cuento y aunando una serie de teorías y puntos de vista la mar de interesantes. En la segunda parte del taller, aprovechando la dicotomía realidad/imaginación que aparece en el cuento, creamos sobre el papel nuestra realidad y nuestro mundo interior, para lo cual Sole nos surtió con una cantidad ingente de materiales diversos: ceras, rotus, telas, cuerdas, pegatinas, sellos, papeles de todas clases y colores, purpurina… Y volvimos a ser niños por segunda vez en el mismo fin de semana. No os podéis imaginar lo agradable de esa sensación, y lo mal que nos sentó tener que acabar en algún momento xD
En el taller de la educación creadora que nos trajo Kristina Cano, hablamos de la expresión plástica durante la infancia, y sobre todo sobre la teoría y los talleres del conocido Arno Stern, de los que acto seguido descubriríamos que teníamos una réplica preparada en la terraza. Barro para modelar y pinturas de temple organizadas en una gran barra para disfrutar del pincel sobre soporte vertical en un contexto idílico. Tuvimos mucho cuidado de no decir a los compañeros lo preciosas que eran sus obras (qué difícil, pero qué importante es para los niños) y dejamos nuestros resultados allí por la misma razón: no crear nada para buscar la aprobación de nadie. La expresión por el placer de la expresión. Un auténtico placer.
Y finalmente, leímos todos los mejores momentos que cada uno había ido tirando al tarro de la mermelada de los buenos momentos, y cerramos el encuentro hablando de lo que había significado para nosotros. Un momento muy muy emocionante también.
Y llegó la hora de volver a casa, y aunque sólo había pasado un fin de semana, se hizo difícil despedirse de un lugar donde reinaba la curiosidad, la reflexión, el amor por la literatura infantil (en cuanto teníamos un rato, seguíamos leyendo más y más libros, ¡no nos cansábamos nunca!), la risa, el buen rollo, y las ganas de aprender y de hacer de éste un mundo mejor. Pero sobre todo de una serie de personas que hacía sólo unas horas eran completos desconocidos. Yo me llevé principalmente eso, las personas que había conocido, con quien había compartido una serie de momentos muy especiales, con quien espero volver a encontrarme en futuras actividades, y a quien eché de menos ya en el camino de vuelta. Sólo por conocerles ya valió la pena.
Así que no me queda mucho más que darle las gracias a Bea y a todo su equipo porque fue un fin de semana maravilloso :)
Que suerte! Justo este próximo sábado acabo yo los talleres de educación emocional que realiza Raquel de Va de cuentos en Villena y me da mucha pena que acaben. Igual que me quedé con las ganas de asistir a este encuentro. Me alegro de que los disfrutaras tanto. Yo solo espero que muchos más maestros se unan a este tipo de formación tan interesante para vuestra profesión, y que podéis sacar tanto partido a través del tiempo que compartís con los niños.
Pues qué pena, Sonia, me habría encantado conocerte! Ahora quieren hacer ese curso que comentas pero en Valencia, ojalá se apunten muchas personas y se pueda realizar! Y sí, ojalá los maestros nos demos cuenta de la importancia de la educación emocional y nos formemos todo lo que podamos al respecto, yo tengo el mismo deseo que tú. Mil gracias por comentar, bonita! :)
Pingback: De cómo un taller de emociones y cuentos cambia tu perspectiva | Entre Actividades Infantiles
Fantastico post. Gracias por aportarlo…Espero màs…
Saludos
Gracias 😊